Fiesta de Todos los Santos

Ap 7, 2-4.9-14 // Sal 23, 1-2.3-4ab.5-6 // 1 Jn 3, 1-3 // Mt 5, 1-12ª

Esta semana, una vez más, la prensa nos ha vuelto a sobrecoger con la lluvia de sus noticias ya tan habituales. Un mundo que estalla en oriente a golpe de guerras, niñas robadas bajo pretendidas ideologías religiosas, nuevas imágenes dolorosas de inmigrantes en busca del “paraíso europeo”, nuevo capítulo de corrupción infame a nuestro alrededor. Total que nos cuesta ver aquel paraíso lleno de color y vida salido de las manos creadoras de Dios.

Aunque es verdad que la prensa no ha sacado el beso del padre o la madre al hijo antes de dejarle en el colegio o el gesto silencioso de quien ha tendido su mano y sus bienes a quien se sentía roto y desesperado…Lo cierto es que este mundo tan complejo y confuso hace que no podamos evitar preguntarnos más de una vez, ¿ese es nuestro destino? ¿hacia dónde caminamos? ¿qué futuro y destino nos espera?

La fiesta de todos los santos nos da una respuesta de fe. Para ello nos invita a levantar la cabeza más allá de lo cotidiano, aun sin huir de él. Nos habla del destino de muchos, muchos hombres y mujeres que nos han precedido en esta misma peregrinación de la vida. El libro del Apocalipsis que se proclamará en la eucaristía hablará de “una muchedumbre inmensa que nadie podría contar de toda nación, razas, pueblos y lenguas, con vestiduras blancas y palmas en las manos, junto al trono y el Cordero, gritando a pleno pulmón: la salvación es de nuestro Dios” (Ap 7, 2-4.9-14). Esa visión profética es todo una sinfonía de luz, de plenitud, de vida, de esperanza, de comunión, cuya letra nos está diciendo: que ese es nuestro destino y nos dice también cómo han llegado allí: la salvación es de nuestro Dios. Es don de Dios; Él tiene la última palabra. La suya, es una palabra creadora de “un cielo nuevo y una tierra nueva”. En esa dirección debemos avanzar, para ello, el camino se nos marca en la bienaventuranzas que oiremos en la eucaristía (Mt 5, 1-12)

Juan J. Valero

Rector

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