Inauguración del curso 2018-19 en Corbán

EN LA INAUGURACIÓN DE NUESTRO SEMINARIO

D. Eleuterio Castanedo Torre, pbro, en el Diario ALERTA de Santander

Este lunes pasado estuvo señalado en nuestra Diócesis de Santander por la inauguración del curso en el Seminario Diocesano. Esta es una fiesta que junto a la de Santa Catalina de Alejandría, patrona del Seminario, y a la de San Juan de Ávila, patrono del clero diocesano, marcan las grandes fiestas del clero de nuestra Diócesis.

Cuando hablas con las gentes de nuestras parroquias, pues ellas son las que tienen en ello especial interés, la pregunta que te hacen es siempre la misma: ¿Todavía hay seminaristas en Corbán? Y tomando como respuesta la pobreza del número de quienes hoy están en el seminario, comienzan a dar las soluciones que ellos consideran más certeras para que podamos volver a tener un número suficiente de sacerdotes. Porque la foto que el martes nos presentaba nuestro periódico, en primera página y a todo color, era un tanto dolorosa y desafiante. Simplemente esperamos, para los próximos seis años, siete nuevos sacerdotes. Es el cálculo que nosotros hacemos, pero nos queda por saber cuáles serán los designios del Señor, de quien depende todo, y del trabajo pastoral que realicemos todos en nuestras parroquias, nuestros grupos, nuestras demás actividades pastorales. No pueden faltar en nuestro trabajo ni el “a Dios rogando” ni “con el mazo dando”.

¿Qué curas necesitamos hoy?

La respuesta no es muy complicada. Por un lado necesitamos un número de curas suficiente para que nuestras comunidades parroquiales puedan ser dignamente atendidas. Y a pesar de que nuestro mundo y nuestras gentes son muy complicadas: muchos y diversos, a la vez que a todos hemos de llevar la palabra y el amor de Dios. No podemos abandonar sino que debemos atender nuestras parroquias, en sus múltiples necesidades. Y no es nada fácil

Y sobre todo necesitamos sacerdotes con espíritu. Primero con muchas ganas de trabajar por el bien de todos, con la alegría, la fuerza y el entusiasmo que nace del encuentro con Jesucristo, el enviado de Dios al mundo. Cuantas veces las gentes, con razón o sin ella, consideran que sus sacerdotes dan la sensación de ser meros trabajadores sociales, en busca de encontrar en sus tareas de cura, un modo de vida que es transformado en vivir del poder y de la riqueza. Sí que tenemos la situación de ser responsables de muchos aspectos de nuestras parroquias, pero no está de menos que sepamos valorar y situar cada una de ellas como servicio a la gente y modo de llevar a Dios a los demás. Porque no siempre los que son buenos son la gente y los que son malos son los curas.

Y en segundo lugar, un espíritu que ayuda a llevar a las gentes la tarea de su encuentro con Dios. Que para eso nos hemos hecho curas y si no somos así, lo mejor es dejar de serlo por el bien nuestro y el bien de las personas. Me gustó mucho que este año, en la homilía, el Obispo nos hablase de la formación espiritual del sacerdote. Destacaba una frase del papa Francisco: “No se trata de aprender un “oficio” sino de llevar a Cristo en el corazón para poderlo ofrecer sin reserva a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan”. Siempre nos han dicho en nuestra formación de sacerdotes que “poco se puede dar si no se tiene”. Así podremos entender otras de las frases del Papa Francisco en la “Evangelii Gaudium”: invito a cada cristiano a renovar ahora mismo su encuentro personal con Cristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él (EG 3).

La Iglesia necesita sacerdotes. Dios nos ha llamado para ello y nuestro compromiso está en nuestra formación continuada. Es como cualquier aspecto de la vida personal del ser humano: necesitamos comer todos los días, aprender las ciencias todos los días, trabajar todos los días… y para nosotros con más urgencia, crecer en la vida espiritual todos los días.

Nuestra tarea de cristianos.

La vida de la Iglesia depende de la formación de los sacerdotes. Pero en primer lugar necesitamos que haya sacerdotes. Es una tarea de Dios, que es quien suscita las llamadas a seguirle y a responder a una vocación. Nuestra primera tarea es la de pedir a Dios de que haya muchos y buenos sacerdotes, y por ello de seminaristas que se forman en nuestro Seminario para serlo algún día, siguiendo la llamada del Señor. Rezar por el Seminario, primera tarea.

Dios suscita y llama a la vocación a todo el que él quiere. Para muchas familias esto parece una desgracia: “que decida cuando sea mayor”, “que vaya otro al seminario”… Cuando Dios da la vocación no quita a un joven de una familia sino que la hace un gran regalo, fijándose en ella y dándola su cariño. Muchas veces quienes se quejan de la falta de sacerdotes se oponen a sus hijos cuando estos manifiestan algo tan sencillo como “quiero ir al Seminario”. No olvidemos que la familia es el primer seminario.

Apoyemos a nuestro Seminario. No solo ayudándoles económicamente con la colecta que se hace en nuestra Iglesia Diocesana en el día de San José. También necesitamos sentirle como nuestro, visitarlo, conocer a los seminaristas, su vida. No están encerrados en una cárcel sino que se van llenando de un total amor a Dios y a la Iglesia. Y también acogerlos en nuestras parroquias, invitarles a que vengan, nos cuenten su vida y sus experiencias, participen en la celebración de la Eucaristía… que sean aceptados ya como nuestros seminaristas y nuestros futuros sacerdotes. Que no los veamos como unos pocos encerrados en un edificio muy grande que hay en Corbán, sino como un regalo que Dios hace a nuestra Diócesis para el bien de todos.

Recemos por nuestros futuros pastores.

SUMARIO

Cuando Dios da la vocación no quita a un joven de una familia sino que la hace un gran regalo.