Poema de José Luis Blanco Vega
(Himno de la liturgia de las Horas)
El alba mensajera / del sol de alegre brillo / conoce este martillo / que suena la madera. / La mano carpintera / madruga a su quehacer, / y hay gracia antes que sol en el taller.
Cabeza de tu casa / del que el Señor se fía, / por la carpintería / la gloria entera pasa. / Tu mano se acompasa / con Dios en la labor, / y alargas tú la mano del Señor.
Humilde magisterio / bajo el que Dios aprende; / ¡Que diga, si lo entiende, / quien sepa de misterio! / Si Dios en cautiverio / se queda en aprendiz, / ¡aprende aquí la casa de David!
Sencillo, sin historia, / de espalda a los laureles, / escalas los niveles / más altos de la gloria. / ¡Qué asombro hacer memoria, / y hallarle a tu ascensión / tu hogar, tu oficio y Dios como razón!
Y, pues que el mundo entero / te mira y se pregunta, / di tú como se junta / ser santo y carpintero, / la gloria y el madero, / la gracia y el afán, / tener propicio a Dios / y escaso el pan. Amén.